LA VERDAD TRAS LA TRAGEDIA DE DEAD

Sentado en el borde del escenario, después del último acorde de mi guitarra, mientras la última nota de nuestro concierto de black metal resuena en el abarrotado anfiteatro, me dispongo a confesarles una historia no contada. Un misterio oculto en las entrañas más oscuras del mundo del metal. No es una historia alegre, ni tampoco es un cuento para el corazón débil. Esta es mi confesión sobre el misterio que rodea la muerte de Per Yngve «Dead» Ohlin.
Mucho antes de que el sol cayese esa fatídica noche, el aire estaba cargado de una tensión subyacente. Dead nunca fue el mismo después de unirse a Mayhem, de hecho, siempre parecía tranquilo en su mundillo, pero ese día, se notaba una quietud caótica a su alrededor. La causa era: Oystein «Euronymous» Aarseth.
Un buen músico, sí, pero su verdadero talento residía en su manipulación astuta. Trataba de controlar a Dead en todo, desde su horario de sueño hasta su interpretación en el escenario y, eventualmente, su muerte. Euronymous tenía un fascinante amor por lo macabro, que a menudo atravesaba la línea de lo inquietante. Esta oscura fascinación se personificó en Dead. En poco tiempo descubrí que detrás de esa sonrisa siniestra y sombría de Euronymous, se estaba gestando algo aún más oscuro.
Dead estaba molesto esa noche, insatisfecho con su actuación, imaginándose cada vez más absorbido por la visión artística de Euronymous. A pesar de ser conocido por su imagen tétrica y su obsesión con la muerte, Dead había estado luchando contra sus propios demonios internos. Contra una tragedia que Euronymous lucía como un escaparate para vender discos. Quien diría que la máscara cadavérica que Dead se colgaba para los conciertos sería el prólogo de su final.
El mundo recuerda a Dead como un suicida, alguien que tomó su propia vida, debido a su infame nota de suicidio, «Disculpad toda la sangre». Ahora que estoy fuera de la escena Black Metal les contaré lo que realmente ocurrió esa noche. Dead no se quitó la vida, Euronymous lo mató.
El mundo vio a Euronymous como un visionario del Black Metal, yo lo vi como un maestro del engaño. Pocos entendieron sus verdaderas intenciones, encubiertas por los riffs brutales y las letras innombrables de Mayhem. Yo, sin embargo, pude ver a través de su falsa máscara, gracias a mi insomnio y a mis ojos abiertos en las noches en que Euronymous creía que todos dormíamos.
La verdadera razón por la que Euronymous asesinó a Dead era sencilla: la ambición. Euronymous anhelaba la inmortalidad, y no la del tipo sobrenatural. Buscaba una inmortalidad creada por el escándalo y la notoriedad. Quería elevar Mayhem a la cima del Black Metal, inyectando un nivel de oscuridad en el género que no había sido conquistado antes. Desde su perspectiva, qué mejor manera de hacerlo que inyectar la tragedia y el horror en las venas de la banda.
Dead ya era una leyenda antes de unirse a Mayhem. Su imagen enigmática y su extraña fascinación por la muerte habían creado un aura de oscuridad a su alrededor que parecía seguirlo como una sombra. Para Euronymous, Dead era el indicado para convertirse en un mártir, una víctima de la implacable oscuridad del metal.
Todo esto ocurrió mientras los demás metaleros habían salido al pueblo por provisiones, yo también salí con ellos, pero por una descomposición estomacal tuve que regresarme, acortando el camino. La cabaña estaba en medio de un bosque de pinos oscuros y silentes, semejante a un cementerio de pecaminosa creatividad. Aquí fue donde forjamos nuestra música, aquí fue donde forjamos nuestras vidas y, tristemente, aquí fue donde la vida de uno de nosotros fue apagada por manos impías.
La cabaña era una cacofonía de riffs decadentes, gemidos aullantes y golpeteos frenéticos de batería. Ese día, sin embargo, un silencio inusual envolvía el lugar. Sin visitantes aullantes, era un misterioso reflejo de lo que una vez representó la libertad.
Antes de llegar a la cabaña me detuve para espiar a los que se habían quedado, confieso que ya tenía ciertas sospechas y que el ambiente familiar que una vez existió se había marchitado. Sabía que Euronymous planeaba algo, por lo que me mantuve escondido entre los arbustos.
Recuerdo que Dead miraba por la ventana, su rostro pálido bañado en el débil rayo de luz que atravesaba los gruesos árboles cuando Euronymous entró en la cabaña, mirándolo fijamente. Nunca hubiera podido adivinar la intención detrás de su mirada, pero algo en su comportamiento indicaba que no era un encuentro amigable.
Entonces ocurrió. Euronymous emergió de las sombras, sosteniendo el afilado cuchillo que solía cortar la comida en nuestras giras. Los ojos de Dead se ensancharon, sorprendidos, pero resignados. Estaba tan cansado, tan listo para abandonar, y lo hizo.
Con una fluidez perturbadora, Euronymous levantó el cuchillo y atacó. El metal frío encontró la piel de Dead, arrancando un grito apagado que quizás esperaba que alguien escuchara. Dead cayó, el impacto suavizado por la alfombra de la cabaña. Euronymous, con una sinistra satisfacción reflejada en su rostro, lo miró apáticamente.
Mientras Dead se revolcaba en el suelo Euronymous corrió hasta su cuarto, regreso enseguida empuñando una escopeta, un ruido molesto durante nuestros ensayos. Aquí, sin embargo, estaba a punto de convertirse en el oscuro puntillazo de su brutal sinfonía. Levantando la escopeta con las manos aún humedecidas por la sangre de Dead, apuntó a la cabeza de su víctima, su rostro estaba retorcido en una grotesca mezcla de horror y excitación. El estampido rompió el silencio del ambiente, perforando el cráneo de Dead en un segundo final para esta macabra danza.
El eco brutal del disparo aún resonaba cuando Euronymous, con una frialdad espeluznante, inició su puesta en escena. Manipuló la escena del crimen. Colocó el cuchillo ensangrentado junto al cuerpo de Dead, incluso forzó una serie de cortes en su brazo, cuidadosamente puso el arma en la mano de la víctima, dejando la escopeta ahora humeante como la aparente arma de su falso suicidio. Luego, puso en su mano libre la nota de suicidio, asegurándose de que estuviera manchada de sangre para que pareciera que Dead la había sostenido mientras su vida se desangraba.
Euronymous nunca fue acusado, la nota de suicidio que dejó detrás de Dead fue suficiente para convencer a la policía y al mundo. Pero yo no estaba convencido. Lo vi alejarse de aquella trágica escena con esa misma sonrisa siniestra, esa emoción espectral en sus ojos demostraba su satisfacción. Mi confesión es la verdad oculta tras la máscara del Black Metal, una verdad que el mundo debe conocer. Dead no se quitó la vida, fue Euronymous, su manipulador, quien diseñó su final.
Así, con la falsa muerte de Dead, Mayhem alcanzó un estado de notoriedad que traspasó las barreras de su Noruega natal. Su macabro acto hizo a la banda inmortal, pero rompió la intimidad de nuestro grupo, atando nuestra música y nuestro arte a una tragedia real, humana y desgarradora.
La verdad es un espectro que se cierne sobre nosotros, una amenaza constante para la paz de Euronymous. Dead murió, no por sus propios demonios, sino a manos de uno de los suyos. En mis dolientes pesadillas, veo los ojos de Dead, la cara del verdadero mártir, el rostro del asesinado, no del suicida. Y cuando despierto en la oscuridad, veo frente a mí la misma sonrisa siniestra, la risa fría de Euronymous, mi líder, mi banda.